Dando pena en el recital
Vale, como penúltima entrada y actividad del curso, había que elegir un texto literario de autoría propia para recitarlo enfrente de la clase. No es mi actividad favorita, pues prefiero recitar canciones que tengan un significado personal o algo por el estilo.
Para sentirme más cómoda recitaré mi copla manriqueña (acortada) dedicada a mi tío Me.
CADA CUATRO DE DICIEMBRE
Un abrigo no bastaba,
para cubrirme lo gélido
de aquel once.
De verdad pensar costaba,
pues pudiste no haberte ido
mi buen cómplice.
Y con catorce inviernos,
mi corazón intentó
detenerse.
Rogué: «Dios, haznos eternos»,
pues tu muerte atormentó
sin perderse.
Cantar nunca había visto
a mi padre derrumbado y
con dolor.
Perdí mi barrera, ¡oh, Cristo!
Estoy ya tan acabado y
sin rencor.
Caliente sentía mi pecho
y mis dedos moribundos,
¿por qué, Muerte?
La vida negra era un hecho,
e intenté irme a varios mundos;
mala suerte.
Qué no daría para al fin,
desaparecer del cuadro
la costumbre,
de loco esperar sinfín,
tu regreso cada cuatro
de noviembre.
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